Las antorchas parpadeantes que alineaban el corredor de piedra proyectaban un tenue resplandor anaranjado mientras Sasha se deslizaba de puntillas a través del siniestro silencio de la fortaleza. Su corazón latía tan fuerte que podía sentirlo golpeteando contra sus costillas.
El húmedo olor a piedra mojada mezclado con un leve aroma a metal oxidado llenaba sus fosas nasales. La piel de Sasha se erizaba con una mezcla de miedo y emoción a medida que se acercaba a su destino.
El recuerdo de la advertencia de Lena no dejaba de rondar en su mente, enviando un escalofrío agudo por su columna vertebral.
—Si llegas a ser atrapada, haznos un favor a ambas, Sasha, y asegúrate de tomar una de las pastillas para ti misma. Como viste, te di algunas extras —pudo oír el leve repiquetear de la lluvia cayendo y el distante sonido del trueno. Al llegar al último escalón, murmuró entre suspiros, sus palabras apenas audibles sobre el extraño silencio.