A medida que se acercaba a ella, el dulce aroma del perfume de Faye lo envolvía. Era divertido, por decir lo menos. Su presencia era un consuelo. Parecía calmar la constante tormenta que se gestaba en su mente. Sterling lo notó al entrar en la habitación, ya que poseía parte del linaje del Dragón; su natural repulsión por la gente parecía disminuir cuando ella estaba en su compañía.
Le emocionaba sentirse así, aunque no podía resistirse a tocarla. Se arrodilló, sintiendo la lujosa alfombra debajo de él. Con delicadeza, Sterling extendió la mano y pasó los dedos por su cabello, saboreando la textura suave y sedosa.
Elevó las hebras hacia su nariz e inhaló su fragancia delicada mientras sus ardientes ojos rojos la miraban.
—Luces impresionante, mi dulce mariposa. No puedo esperar a ver sus caras. Harás que todas las mujeres en la cena de esta noche mueran de envidia —murmuró él.