Faye soltó el aliento. No se había dado cuenta de que lo estaba conteniendo. Sintió que su cuerpo se relajaba un poco. Aún así, la imagen de la imponente figura del caballero se quedó con ella, y no pudo desprenderse de la sensación de inquietud que se asentó en su estómago.
El caballero se giró y levantó su visera. Sus ojos rojos brillaron ferozmente contra los diminutos azules de Faye. Ella vio cómo la esquina de sus ojos se arrugaba mientras él sonreía con desdén debajo del casco. Luego escuchó su voz oscura, que se reía burlonamente y goteaba en sarcasmo caliente.
—¿Qué tenemos aquí? Acércate, pequeña, para que pueda verte mejor, mi linda mariposa de prado.
—
¡¡¡WAAAHHHHH!!!
El sueño tranquilo de Andre fue abruptamente destrozado cuando lo despertaron de golpe en el carruaje meciéndose por los gritos y movimientos frenéticos de Faye. Observó cómo ella se revolvía para levantarse del asiento, sus esfuerzos por alejarse del sueño invisible creando un torbellino de movimiento.