Aunque la intención de su padre era que esta tarea no fracasara, no había dicho que debía ser humilde. Por lo tanto, Yannis decidió proceder de acuerdo con sus propios pensamientos.
Lo que no le dijo a su padre fue que desde el momento en que posó sus ojos en Amalia, sintió un desagrado instantáneo. Y parecía ser un sentimiento innato.
Con esta premisa en mente, su autoestima y orgullo no le permitirían, como el Segundo Joven Maestro de los Yoder, inclinarse ante una artífice con solo algo de talento. Así, cuando se acercó a Amalia, mantuvo la arrogancia de un joven maestro, y esperó a que Amalia reconociera su presencia y iniciara la conversación.
Poco esperaba él que Amalia actuara como si no lo viera en absoluto, y permaneció inclinada sobre el artefacto en sus manos. Pasaron cinco minutos y ella no había levantado la cabeza ni una sola vez.
Yannis estaba allí con una expresión tensa. ¿Qué le pasaba a esta persona? ¿No lo veía parado aquí?