—¿Cómo acabó en mis manos? Lo encontré en la Zona de Desastre, con manchas de sangre. Cuando vuelvas, podrás explicarlo al jefe tú mismo —dijo Manuel Xicola triunfante.
—Es imposible. Mi esposa es muy fuerte. Es posible que ella haya descartado esta túnica —insistió Walter Santiago mientras sujetaba la túnica negra en sus manos.
Las manchas de sangre en ella se habían secado, volviéndolas apenas visibles.
—Deja de engañarte. Si a tu esposa no le hubiera pasado nada, ¿por qué no ha vuelto contigo después de todo este tiempo? —Manuel Xicola no le dio oportunidad y señaló la cruda realidad.
—A mi esposa le gusta deambular y no le gusta estar restringida. Es normal que no vuelva durante medio mes.
—Bien, tómate tu tiempo buscando entonces. Tu esposa desapareció en dirección sur. Sigue esta línea y quizás realmente la encuentres.
Manuel Xicola tampoco deseaba que algo malo le pasara a la esposa de Walter Santiago, pero en ese momento, la esperanza parecía sombría.