—¿Podías realmente reconocer las huellas de tus compañeros? —preguntó Yuno Lopes con asombro en sus ojos.
—No, no puedo —dijo Amalia.
—Entonces, ¿qué estás mirando? —preguntó Yuno Lopes.
—Contando cuántas personas hay —respondió Amalia.
—Ah, ya veo —Yuno Lopes se frotó la nariz, preguntándose por qué sentía que los ojos de Amalia de hace un momento eran como los de alguien que cuida a un idiota.
—Vamos, nos dirigimos hacia el este —dijo de repente Amalia levantándose.
Originalmente, había dicho que no iría al este, pero ahora había cambiado de opinión.
—¿No estás buscando a tus compañeros? —Yuno Lopes vio que ella había cambiado de opinión otra vez y encontró que esta persona era realmente difícil de entender.
Después de llevarse bien con ella durante estos dos últimos días, estaba seguro de que esta mujer no le haría daño.
Por lo tanto, comenzó a hablar despreocupadamente con ella.