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—¡No! ¡No! ¡Yo no di permiso para esto! —Qiao Sha, que parecía haber entendido los pensamientos de su esposo, intentó inmediatamente aliviar el problema que surgía en su ya complicada vida matrimonial. Le dio a Zhou Ming una sonrisa halagadora y explicó con paciencia—. Nunca le di el derecho de hacer algo tan terrible ¿de acuerdo? La única razón por la que nunca tomé medidas en su contra es que hasta ahora no ha hecho nada ilegal. Los tritones en su burdel son comprados o nacidos allí, así que no existe tal cosa como forzar a alguien. En cuanto a hoy, es la primera vez que comete una ofensa pero una ofensa es, por supuesto, una ofensa así que la castigaré como tú quieras, solo di la palabra.
—Zhou Ming rodó los ojos y luego palmeó el dorso de la mano de Zhu Qian en lugar de responder a la pregunta de su esposa, le preguntó:
— Dime hermano, ¿qué quieres? ¿Quieres enviarla a prisión o quieres castigarla tú mismo?