Cuando Ye Liu despertó, sus mejillas estaban sonrojadas y su corazón latía desbocadamente en su pecho. No podía sentir nada más que el calor de su propio cuerpo al recordar los incidentes de la noche anterior.
—¡Ella, ella me besó y hasta me tocó! —exclamó Ye Liu como una fanática antes de revolcarse en su cama de aquí para allá. Era como si todos sus sueños se hubieran hecho realidad, con una sonrisa de oreja a oreja grabada en su rostro, se cubrió la cara y agitó las piernas sintiendo una especie de euforia—. ¡Mi esposa, mi esposa me quiere!
Para Ye Liu, que siempre era llamado feo, bruto y arpía, que su esposa lo quisiera era como un jodido milagro. Estaba tan feliz que parecía como si pequeñas alas hubieran brotado en su espalda, mientras revoloteaba fuera de la habitación después de vestirse.