—En la habitación iluminada —velas encima de la cómoda, la señora que había ordenado apagar las luces, las persianas y toda abertura que revelara la luz directa del sol— quería el ardiente y rojo calor abrasador. Fuego. Estaba completamente sola en su habitación repasando sus líneas para la cena.
—En la gran casa Meade —somos honrados como la generación más longeva de hombres-lobo. Tenemos las mayores fortalezas, astucias y superioridad de la mente. Engendramos manadas prodigiosas. Criamos manadas leales. Somos los dominantes en estas tierras. La comunidad no tiene control sobre nosotros porque somos los pilares de la comunidad. Lunas y Alfas, permitidnos tener una maravillosa velada para festejar. Y apreciar los detalles minuciosos y lo grandioso.
—Eso es justo lo correcto —sonrió ante su espejo.