Arabella miró a su alrededor. Estaban en algún lugar al pie de una montaña. Más allá de los campos de flores y el arroyo había árboles.
Ella podía decir que estaban en un lugar remoto. Todo lo que podía escuchar era el sonido del arroyo, los pájaros cantando y el viento soplando.
Sin duda era un lugar apropiado para descansar después de un día entero confinada en la oficina, sepultada bajo trabajo.
Había una mansión cercana con un diseño que combinaba bien con los campos de flores.
No había otros edificios aparte del cenador en el centro del jardín de flores. Alfredo estaba allí preparando la comida para ellos.
Fernando pensaba en el almuerzo mientras disfrutaba del paisaje que los rodeaba. Era bastante dulce.
—Recogí algunas flores para ti más temprano —oyó decir a Fernando y Arabella no pudo evitar sonreír cuando él le entregó un ramo.
—¿Le gustaron, verdad? —Fernando no estaba acostumbrado a dar flores todavía, así que estaba nervioso por si había escogido las correctas.