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Iván aprendió lo básico de sus padres y lo más complicado de escribir de un libro de letras y números que encontraron por casualidad en el camino cuando entregaban mercancías cuando él tenía cinco años.
Eso fue lo que lo inspiró a aprender. Leyó el libro una y otra vez hasta que se lo memorizó por completo. Incluso enseñó a sus padres y a sus trabajadores sobre lo que había aprendido del libro.
Al ver cuán rápido podía aprender Iván, los vecinos que escucharon que incluso enseñaba a sus trabajadores recomendaron que sus padres pidieran permiso para que él pudiera entrar en la biblioteca.
Se le concedió y así, en lugar de ayudar en la granja, Iván siempre tomaba prestados libros para leer. Solía quedarse en la biblioteca y leer tanto como podía sin comer, pero el bibliotecario lo prohibió porque se desmayó una vez.
Iván se quedaba en casa para leer donde la gente podía verlo y hacer que comiera durante las comidas.