Una vez estuvieron en el balcón de una de las habitaciones más altas del palacio, las doncellas trajeron té y algunos refrigerios ligeros.
Arabella tomó un sorbo de su té en silencio. Esperaba que Fernando fuera el primero en hablar esta vez.
Pero cuanto más silenciosa estaba ella, más nervioso se ponía Fernando. Pero si ella hablaba primero de nuevo, él podría perder el coraje que había reunido mientras pensaba cómo decir las palabras que quería decir.
Arabella había bebido toda una taza de té antes de que Fernando finalmente hablara.
—Antes, en Safiro... —hizo una pausa y la miró nerviosamente para verificar si podía continuar.
Arabella asintió para animarlo. Honestamente, estaba consumiendo mucho de su paciencia ya que ella ya sabía lo que él iba a preguntar. Pero quería escucharlo, así que no lo interrumpió.
—Parecías estar enojada conmigo. No podía sacármelo de la cabeza. Me preguntaba por qué. ¿Qué hice que te enfadara? ¿Todavía estás enojada conmigo? —continuó Fernando.