—¿Yo soy? ¿Ella piensa que soy fuerte y guapo? —se preguntaba Fernando y Arabella cogió a Alwin dando a su señor una mirada de lástima por aferrarse a cada palabra de ella.
Fernando, mientras tanto, se sorprendió ante la adoración en la mirada de los niños. No estaba acostumbrado a ella a pesar de que la gente de la ciudad era tan feliz cada vez que tenían la oportunidad de verlo.
Arabella estaba contenta de que los niños hubieran cambiado de opinión sobre Fernando fácilmente. Aún no estaban tan sesgados como los adultos, cuyas nociones preconcebidas eran difíciles de cambiar. Así, era fácil cambiar su opinión con unas pocas palabras simples.
O más bien, los adultos habían visto demasiado de la realidad y habían visto aplastadas sus esperanzas y sueños justo frente a ellos cuando finalmente estaban a su alcance. Por ende, ven el mundo de manera diferente y es más difícil convencerlos de que algo o alguien podía mejorar cuando ya habían visto y experimentado lo contrario.