—Saludos a Su Majestad Imperial, la Emperatriz —dijeron tanto la madre como la hija e hicieron incluso que el niño se inclinara.
—¿Me han reconocido? —Arabella miró a sus compañeros y ellos solo suspiraron.
—¿Su Majestad finalmente se ha calmado?
—Sabía que esto sucedería.
—¿Cómo es posible que ella no conozca a todos en el Imperio, no, probablemente todos en Eliora conocen su rostro. Es famosa por ser el sueño de todo hombre, joven o viejo, y la envidia de mujeres de todas las edades.
—Ah, claro. ¿Cómo pude olvidarlo?
—Exactamente por eso la encontrarían inmediatamente si alguna vez huía de Fernando. No lo sabía antes e idiotamente se fugó con Andrés y él también era famoso por su apariencia.
—Por favor perdona nuestra rudeza. Y muchas gracias por salvar nuestras vidas, Su Majestad —la madre sostuvo las cabezas de sus hijos para que continuaran inclinándose—. Por favor, castígueme como desee, pero por favor perdone a mis hijos. Permite que yo tome su castigo en su lugar.