—Querido, esta es Aletha. Es mi doncella personal en Lobelius —presentó Arabella a su doncella.
Fernando, Rendell y Aletha, los tres la miraron fijamente mientras ella se dirigía audazmente al Emperador Oscuro como le placía por segunda vez.
Arabella podía ser tan audaz porque sabía de su vida anterior que él toleraría su comportamiento porque ella era su esposa. La mantendría cerca por apariencias.
—Saludos a Su Majestad —Aletha hizo una reverencia respetuosamente.
Fernando miró a Aletha.
—He escuchado que has estado con mi esposa desde la infancia. Sigue sirviéndola bien —dijo.
—Sí, Su Majestad. Haré todo lo posible —Aletha hizo otra reverencia y se excusó en silencio ya que había sido despedida.
Arabella no tuvo más opción que recibir a su esposo en su estudio.
—Tus ojos están rojos e hinchados. ¿Has estado llorando? ¿Hay algo que pasa? —Fernando acarició su mejilla con su pulgar.
Arabella se estremeció. El toque gentil de su esposo le pareció tan ajeno. ¿Desde cuándo le importaba si ella lloraba o reía? Todo lo que necesitaba era que ella permaneciera como su esposa.
—¿Fue mi toque demasiado brusco? Ya la toqué lo más gentilmente que pude —Fernando retiró su mano.
—Estaba tan feliz de ver a Aletha de nuevo —Arabella sonrió educadamente.
—Ya veo —Fernando claramente no le creyó pero lo dejó pasar.
—¿Tenías algo de qué hablar conmigo? —Ella simplemente quería echarlo para poder leer las cartas de Lobelius.
—¿No le gusta hablar conmigo? Acabo de entrar. Ella habló tanto tiempo con su doncella —Fernando captó lo que ella insinuaba.
—Sí, lo tengo. Odio hablar contigo. Así que por favor solo vete —Arabella se giró en otra dirección y rodó los ojos cuando él no estaba mirando.
—Escuché que tu doncella ha llegado así que pensé en informarte. Pero ella vino a verte directamente a la llegada —Fernando mintió con rostro imperturbable.
—Ya veo. Gracias por el pensamiento —ella fingió una sonrisa. En sus veintidós años como su esposa, pasó diez de ellos fingiendo una sonrisa para él.
—Oh, ya que ya está aquí, ¿debería preguntarle sobre eso? Podría aburrirse en el palacio y de repente declarar guerra en algún lugar o ir de caza por mucho tiempo.
—Uhm... —ella jugueteó con sus dedos y fingió vacilar.
—¿Quiere decirme algo?
—¿Qué pasa? Puedes hablar libremente —dijo Fernando.
—¿P-puede Aletha estar en la cocina? Trajo algunos ingredientes consigo para preparar mis comidas favoritas.
—Ah, cocina Lobeliana. Eso podría ayudar. Mi esposa ya es delgada y aún así perdió algo de peso desde que viajó aquí. Apenas tenía apetito e incluso se saltaba comidas. Su doncella parece bastante útil. Pero no debería acceder tan fácilmente —pensó Fernando.
—La cocina es jurisdicción del Jefe de Cocina. Causaría revuelo si de repente se permite que una doncella haga lo que le plazca allí. Pero lo pensaré.
—¡Este bastardo! ¿Me está haciendo rogar? —se enfureció internamente—. Humph. No perderé. Veamos cuánto duras.
—Por favor... Querido. Realmente extraño la Cocina Lobeliana —Arabella cruzó los dedos como en oración e intentó lucir tan esperanzada y adorable como solía hacerlo con Ícaro cuando le pedía un favor que no le gustaba. Inclinó un poco la cabeza en el ángulo justo y dijo:
— ¿No lo permitirás?
[...]
—Está bien. Lo permitiré. Informaré al Jefe de Cocina que tu doncella será la que prepare tus comidas mientras duren los ingredientes que trajo.
—¡Vaya! Esto también funciona —Arabella se deleitó con otro descubrimiento—. Otra arma que podría usar en el futuro.
—¡Gracias! —ella brilló radiante a su esposo.
[¡E-ella es tan hermosa! Tan adorable. Quiero que sea mía. Ahora mismo.]
Arabella se encontró de repente envuelta en los fuertes brazos de Fernando. No podía moverse ni un poco debido a lo fuerte que era.
[Espera. ¿Por qué me estaba agradeciendo?...]
Hubo una larga pausa mientras procesaba lo que había ocurrido.
[Yo, ¿acepté en el acto?! E-espera. ¿Por qué la estoy abrazando? Es... tan suave... y pequeña. Huele bien también. Quiero abrazarla así en la cama... NO. ¿Qué estoy pensando? ¡Aún es de día. Tengo que controlarme!]
Fernando finalmente aflojó sus brazos y Arabella tomó un profundo respiro. Casi se asfixia. Su cuerpo era demasiado duro y aún así, aplastó su rostro contra su pecho durante varios segundos. Seriamente necesitaba aprender a controlar su fuerza.
—Lo siento. ¿Estás bien?
—Sí, pero por favor sé más gentil la próxima vez —fue un esfuerzo para ella fingir una sonrisa esta vez.
Aún así, estaba ocupada preguntándose cómo sabría la cocina Lobeliana en su paladar después de tanto tiempo, así que fácilmente lo perdonó.
Fue más bien una sorpresa que accediera tan fácilmente. Las doncellas personales atienden a sus amos o amas. Normalmente no se les permite estar en la cocina ya que su trabajo es atender a su señor o señora. Es trabajo del chef cocinar y preparar todas las comidas.
Pero ya que Fernando ha accedido, Arabella podría disfrutar de la cocina de Aletha. Podía olvidarse de los detalles para disminuir sus preocupaciones.
[Tendré que pedir al Jefe de Cocina que aprenda a hacer las comidas que le gustan a mi esposa para que pueda comerlas siempre que los ingredientes estén disponibles.]
Arabella estaba con los ojos muy abiertos y miró a Fernando cuando escuchó esto. ¿Desde cuándo le importaba qué comidas ella comía?
En su vida anterior, Fernando solo decía a los chefs que la engordaran o morirían. No había cuidado alguno sobre sus preferencias en absoluto.
Los chefs también le rogaban que comiera para preservar su vida, así que Arabella no tuvo más remedio que acostumbrarse a la comida y comer lo que se servía aunque lo odiara.
—Su Majestad, le he traído algunos refrigerios —escuchó la voz familiar de Irene mientras esta llamaba a la puerta.
Arabella miró a su esposo, preguntándole sin palabras si estaba bien dejar entrar a la doncella y él asintió.