El estómago de Arabella volvió a gruñir, así que decidió dirigirse al comedor. Estaba segura de que había comida preparada en caso de que se despertara.
Retrocedió un paso cuando llegó y vio a Fernando y Ramón cenando mientras discutían algo sobre el trabajo.
Pensó en volver silenciosamente a su habitación y pedir que le enviaran comida, pero los dos la vieron. Sus oídos eran demasiado agudos.
—¡Arabella! —Fernando se levantó al instante.
—Su Majestad, —también se levantó Ramón y la saludó.
—¿Estás bien? —Fernando la revisó de pies a cabeza. La punta de sus orejas se puso ligeramente roja al ver los chupetones que había dejado en su cuello.
[Ambos tienen chupetones. Realmente hicieron algo en Estrella y aún así, Su Majestad mintió al respecto.] Ramón suspiró internamente.