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Neve tomó una decisión sencilla.
En el camino hacia la sala del jefe de Lia, el centro de esta oscura ciudad, buscaría objetos, botín, habitaciones ocultas y cualquier otra cosa que pudiera encontrar.
Si lo encontraba, entonces bien. Si no, también estaba bien.
La simple verdad era que necesitaba avanzar. Ahí estaba ella, arrastrándose por el Cuarto Piso, hurgando entre cuerpos en descomposición y viejos huesos, mientras Tomás y su grupo habían, si había que creer en la insinuación de Tamira, ya llegado al octavo.
Había logrado la mitad de su progreso.
Eso, por sí solo, no era terriblemente desalentador. Lo que realmente empujaba a Neve a actuar más rápido era el hecho de que, después de tanto tiempo en el Desafío Final, tiempo que Neve había pasado entrenando y buscando objetos, solo habían llegado tan lejos.
Como grupo, no menos.