Neve vagaba sola por el desierto, durante un tiempo.
Sentía que estaba empezando a depender demasiado de Erin. Tener a alguien que le ayudara era agradable, pero siempre podía llegar una situación en la que Neve no pudiera contar con ella. Ya fuera porque le lanzaran un hechizo de Silencio o simplemente se quedara sin maná de repente, si Neve no mantenía sus instintos propios afilados, podría acabar muerta por ello.
Las dunas a su alrededor se alzaban burlonas en la distancia. Neve se preguntaba hasta dónde podría llegar antes de encontrarse con una barrera dorada como la que había en el primer piso.
«[... Nada]», pensó, mientras miraba alrededor. «[Ni tesoros, ni monstruos]».
No había olvidado que, dado que cada piso contaba como una mazmorra, probablemente habría habitaciones secretas y tesoros aleatorios dispersos por todo el lugar.