—Ah, Andrómeda. Supongo que la presencia de estos dos tontos ha curado momentáneamente tu cobardía. Qué bien. Finalmente puedo arrancarte la cabeza, entonces.
—Todavía hablas grandiosidades —respondió la otra androide—. Pero, si pudieras hacer eso, ya lo habrías hecho hace tiempo. ¿Qué ha cambiado?
—Te mostraré lo que ha cambiado.
Andrómeda levantó su rifle de francotirador. Su hermana guardó sus cuchillas y sacó de nuevo esas subametralladoras. Por ahora, ninguna disparó su arma, afortunadamente.
Honestamente, Neve esperaba que algo ocurriera para prolongar este intercambio. Con cada segundo que pasaba, ganaba más y más maná. Afortunadamente, Erin se aseguró de eso.
—¿No dijiste que no podías salir de ese edificio? ¿Fue eso una mentira? —preguntó la lamia.
—¿Es eso lo que les dijiste? —preguntó la jefa—. Je, en cierto modo supongo que tienes razón al respecto.