—¿Mm? ¿La lluvia finalmente está empezando a amainar? —pensé—. Creí que sería una tormenta constante. Mm.
Habiendo asegurado el primero de los tres objetos que Andrómeda necesitaba, Neve y Erin ahora se dirigían al marcador en el lado este del mapa.
Las donaciones continuaban llegando, como Neve notó cuando echó un vistazo casual a sus notificaciones. Era un recordatorio sutil de que la gente fuera de este mundo deseaba su éxito, tratando de hacer lo poco que podían para asegurarse de que eso sucediera.
Y sin embargo, ese conocimiento no lograba conmover ni un poco el corazón de Neve.