—No me sigas aquí. Quiero estar sola y pensar. Gritaré si me sigues dentro de la habitación.
Rika dejó clara su elección al cerrar la puerta en la cara de su guardia. El alfa parecía atónito y lo suficientemente enojado como para maldecirla.
Su mirada hizo que Rika se estremeciera y se sintiera sucia. No le gustaban las miradas que recibía de los alfas que pasaban. La miraban como si fuera un trozo de carne que todos querían devorar.
Ella no era un manjar para que ellos se dieran un festín; era solo alguien tratando de vivir su vida sin preocupaciones.
—¡Alfas inútiles! ¿Qué les da derecho a mirarme así? Quiero arrancarles los ojos y masticarlos. ¡Nadie tiene derecho a mirarme así excepto mis alfas!
Rika se detuvo un poco cuando se enfureció. Estos pensamientos eran tan buenos como una confirmación de que tenía un alfa (o dos) que no podía recordar. Pero se sentía... correcto pensar en sus alfas en este contexto.
