Jael salió de la cueva agachado. Su piel se sentía caliente y suave, la cueva lo había protegido del sol pero no del calor. Se sentía como si se hubiera sumergido en agua hirviendo.
—¿Cómo se siente, Señor? Parece un poco rojo —preguntó Danag, parado a un par de pies de distancia.
—Eso es un cumplido.
—Creo que eso es quemadura de sol —comentó Erick.
—Cállate, Erick —respondió Jael.
No estaba quemado por el sol pero ciertamente no estaba bien. Afortunadamente, la oscuridad cubría la tierra, su cuerpo debería volver a la normalidad pronto.
No se sentía diferente, solo cansado lo cual es esperado ya que no había dormido en dos días completos. Su cabeza estaba a punto de explotar en este punto.
—Tenemos suerte de que esta cueva no estaba habitada, considerando cómo apenas escapamos de la salida del sol por segundos —dijo Danag.
—Si nos hubiéramos encontrado aunque sea con un solo Paler, solo puedo imaginar cómo habría resultado la situación —intervino Erick.
