—Entre —Jael llamó y la puerta fue abierta de golpe.
Danag entró solo y sus ojos se fijaron inmediatamente en Mauve mientras ella estaba sentada en las piernas de Jael. El sonido al cerrarse la puerta sonó demasiado fuerte.
Mauve sintió frío bajo la mirada que la encontró. Fue muy breve y si no hubiera estado mirando a Danag, no la habría visto. Se estremeció un poco e intentó levantarse de las piernas de Jael, pero él no la dejó.
—Señor —dijo Danag inclinándose ligeramente.
Dio un paso adelante y se detuvo frente al escritorio. —Princesa —dijo rígidamente. La palabra sonó como una maldición y tampoco había una sonrisa en sus labios.
—Danag —dijo Mauve suavemente, su sonrisa al revés.
—¿En qué puedo ayudarte, Danag? —dijo Jael condescendientemente.
—Me gustaría que continuáramos la conversación de antes, señor.
—Hmm —Jael gruñó—. Te avisaré cuando esté listo. Puedes irte.
—Señor —dijo Danag oscuramente—. Solo tomará dos minutos leer la carta. Es importante. Por favor, señor.