Mauve se sentó en la cama con una expresión sombría. ¿Por qué diablos la dejó venir con él si iba a ser así?
—¡Ohh! —gimió. Él estaba tardando demasiado en esto. Se preguntaba de qué estarían hablando. No era como si pudiera preguntarle a él.
La puerta se abrió de golpe y Mauve sonrió a pesar de sí misma. Se dio cuenta y rápidamente cambió su expresión a neutral. Miró hacia otro lado mientras él caminaba hacia ella.
La frialdad con la que él la trataba era molesta, incluso al hablarle su tono de voz ni subía ni bajaba. Era casi neutral. A estas alturas, estaba segura de que debía haberlo ofendido.
—¿Hice algo mal? —preguntó, mirándolo a él.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó él con el rostro inexpresivo. Era molesto no poder siquiera adivinar lo que él estaba pensando.
—Nada —dijo ella y miró hacia otro lado.
Un golpe atrajo la atención de ambos hacia la puerta. —Entre —dijo Jael. Podía decir que él seguía mirándola.