La reacción de Jael fue instantánea, giró hacia la izquierda a través de los árboles, hacia la dirección del Paler.
—Señor —llamó Danag—. No salgas solo.
Jael no escuchaba, aumentaba su ritmo, dejando atrás a sus guardias en segundos. De repente, se detuvo y olfateó el aire. Sus sentidos y su nariz le decían que el paler estaba cerca, pero no podía ver nada.
Jael oyó el cambio del viento y algo cayó sobre su hombro. Su reacción fue algo tardía ya que no pensó que el Paler estuviera sobre él y este le agarró el cuello, apretando su agarre inmediatamente.
Jael agarró su cabeza y tiró, lanzando a la criatura. Su espalda golpeó el árbol más cercano y un gemido escapó de sus labios. Jael se movió de inmediato, corriendo con las piernas y manos extendidas mientras intentaba golpear al Paler.
Saltó cuando estuvo lo suficientemente cerca, habiendo ganado suficiente impulso y bajó su mano, pero el Paler ya se había recuperado y esquivó fácilmente el ataque.