Mauve se ruborizó mientras la mano de Jael se movía sobre su cuerpo. Ella intentó quedarse quieta, no ayudaba que tuvieran público. Mauve no podía encontrar la mirada de la Dama Jevera, estaba demasiado avergonzada. Podía sentir la mirada fija de la Dama Jevera en la cima de su cabeza y deseaba poder desaparecer.
Era difícil escuchar la conversación. Jael sonaba frío, demasiado frío, pero ella entendía que estaba estresado. Bajo la luz, parecía más pálido de lo habitual. Era un poco preocupante ya que había bebido de ella unas horas atrás.
—¿Hay algo más? —le preguntó, sonaba impaciente.
—No —respondió la Dama Jevera.
Mauve pudo ver vagamente cómo ella se giraba y se iba. La puerta se cerró con un golpe fuerte, el sonido resonó en el pequeño confinamiento. Ella levantó la mirada para ver a Jael y él ya había devuelto su atención a su escritorio, escribiendo afanosamente.
—¿Qué es eso? —preguntó ella.