Jevera ajustó su cabello antes de extender su mano para tocar a la puerta del estudio de Jael. Se bajó un poco el vestido y ajustó su corpiño mientras esperaba una respuesta.
—Entre —dijo él abruptamente.
Jevera rodó los ojos. Ella estaba haciendo un esfuerzo por ayudarlo, lo mínimo que podría hacer él era pretender que estaba agradecido. Sin embargo, ella sabía que eso nunca sucedería.
Ella abrió la puerta y la sonrisa en su rostro desapareció, su nariz se llenó instantáneamente con el olor del humano. Había captado un leve olor mientras estaba afuera, pero asumió que era porque había pasado frente a la puerta del humano.
Miró hacia adelante y la fuente del desagradable olor que molestaba sus fosas nasales yacía sobre las piernas de Jael. Comparada con su enorme estructura, ella era mucho más pequeña y parecía como si él estuviera cargando a un niño. Le costaba todo no dejar que sus sentimientos se reflejaran en su rostro.