—Bien, estás despierta —dijo Mill al entrar por la puerta.
Mauve estiró sus manos hacia Mill, abriendo y cerrando sus palmas. Mill le sonrió y caminó incluso más rápido. Ella colocó la bandeja sobre las piernas de Mauve mientras ésta se movía a una posición sentada.
Estaba usando su camisón de nuevo, Jael debió haberlo vuelto a poner mientras dormía. No se sorprendió al despertar y encontrar que él no estaba. Esto era lo habitual.
Mauve no perdió tiempo en atacar la comida. Comía con entusiasmo, solo pausando para respirar mientras comía y Mill estaba de pie al lado de la cama observándola con una sonrisa en los labios.
Mauve bebió la mitad del vaso de agua, no había terminado de comer y todavía tenía hambre, pero al menos ya no sentía como si fuera a morir si no comía.
—Gracias, Mill.
—De nada.
—¿Cómo supiste que debías traerme algo de comer? —ella puso algo en su boca pero esta vez masticó lentamente.