—No veo la necesidad de eso, te fuiste sin despedirte —respondió Jael sin mirarla aunque la mirada de la Dama Jevera nunca se apartó de él.
—Mi padre quería que volviera a casa —murmuró ella y recogió sus cubiertos, sosteniendo uno en cada mano. Mauve no podía comprender cómo hacía eso sin mirar hacia abajo.
—¿Cómo está él? —Jael preguntó, echó un vistazo casual a ella pero rápidamente cambió su atención.
—Bastante bien. Solicita tu presencia —sus cejas se fruncieron al hablar y una expresión indescifrable apareció.
—Preferiría no discutir tales asuntos durante una comida —él dijo con un tono despreocupado en su voz.
La Dama Jevera soltó una burla.
—Estoy aquí para llevarte hasta él.
—No necesito un escolta.