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Un golpe y la puerta se abrió, Mauve no se movió debajo de las sábanas.
—Mauve —gritó Mill mientras caminaba hacia la cama—. No has comido —dijo horrorizada.
Mauve no respondió, ni siquiera se movió debajo de las sábanas.
—Mauve —llamó Mill suavemente.
Sin respuesta.
Ella levantó las sábanas exponiendo a Mauve.
—Déjame —dijo Mauve sin abrir los ojos.
—Tienes que comer princesa, no puedes quedarte en cama todo el día.
—¡Déjame! —gruñó ella, tomó las sábanas de las manos de Mill y se envolvió con ellas.
Mill suspiró audiblemente y Mauve escuchó el sonido de ella recogiendo la bandeja. Un par de segundos más tarde escuchó el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose.
Mauve se relajó en la cama ahora que sabía que estaba completamente sola. No podía dormir y no había podido hacerlo desde que despertó hace horas. Sabía que permanecer en cama no lastimaba a nadie más que a sí misma, pero aún así no encontraba el coraje para dejarla.