—Eres justo como tu primo —dijo Dama Sabrina y se levantó para irse.
—Espera —Erick de repente llamó—. ¿Cómo podrías ayudar?
Dama Sabrina se detuvo con la espalda hacia Erick y sonrió con suficiencia, su plan había funcionado. Enderezó su rostro y se volvió hacia Erick.
—Como dije, no puedo ayudar si no me lo dices.
—¿Qué te gustaría saber? —Erick preguntó con una mirada severa.
—No tienes que mirarme como si fuera la enemiga —respondió Dama Sabrina y se sentó—. Estamos en la misma página. Primero, ¿realmente El Rey la echó?
—Sí —respondió Erick y se sentó.
—Supongo que tenía razón.
—¿Cómo lo sabías? No veo a Jevera diciéndotelo y los otros vampiros conscientes no son del tipo que darían esa información. Yo tuve que preguntárselo al Rey personalmente para confirmar.
—Una corazonada.
—¿Una corazonada? ¿Qué quieres decir con una corazonada?