Mauve miró fijamente a Jael mientras apoyaba su barbilla en su pecho, entrecerró los ojos directamente frente a su rostro asegurándose de que él pudiera verla mientras lo miraba intensamente.
—¿Qué? —preguntó él frunciendo el ceño.
—Nada —murmuró ella y se giró para darle la espalda.
Era molesto que no pudiera hablar sobre ello, ya que él había amenazado con no permitirle irse si se atrevía a mencionarlo de nuevo. Conociendo a Jael, haría exactamente eso. Sin embargo, habían pasado más de dos días desde el momento propuesto por el médico para que ella pudiera irse y el tema no se había mencionado ni una vez.
Ella empezaba a temer que él estuviera jugando con ella y realmente no tuviera intención de dejarla ir. Le molestaba infinitamente, pero ni siquiera podía quejarse al respecto.
—¿Está seguro? —preguntó él, levantando la cabeza de la almohada ligeramente para mirarla.