—Danag —susurró Mill, su voz mostraba sorpresa.
—Danag —Mauve gritó en la puerta abierta. Estaba parada al borde de la cama donde Mill la dejó para abrir la puerta.
—Princesa —dijo Danag con un leve asentimiento, mirando por encima de Mill—. Ah, veo que no es un buen momento. Sus ojos escanearon la habitación.
—¿Es importante? —Mauve preguntó con una expresión preocupada. Dio un paso adelante.
—No es urgente —él dijo en cambio.
—Hace tiempo que no te veo —ella dijo que la sonrisa era una residente permanente en su rostro.
—Lo sé y me disculpo, es completamente mi culpa —dijo Danag, bajando la mirada brevemente.
—No, no digas eso —dijo Mauve, agitando su mano—. Sé que debes estar muy ocupado. Miró a sus pies y luego de vuelta a su rostro.
—Volveré más tarde, déjame dejarte continuar. Me alegra verte bien, princesa —dijo Danag.
—Gracias, Danag —dijo Mauve y le hizo señas cuando empezó a alejarse.