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Jael sostenía a Mauve entre sus brazos mientras ella lloraba. Se aferraba a su pecho mientras sollozaba, con los hombros subiendo y bajando. Él le acariciaba el cabello, intentando calmarla. Esto era difícil, él retiró su cabeza y pellizcó el puente de su nariz.
Había asumido que ella no querría verlo y era más por él que por intentar llegar a ella. Había esperado que ella estuviera enojada con él después de llevarla al castillo del Señor Levaton y casi muere.
Ella ni siquiera estaría en la región de los vampiros si no fuera por él. Él no quería enfrentar las repercusiones y había huido como un niño pequeño. El hecho de que ella estuviera llorando, malinterpretando completamente la situación, le desgarraba.
Sus hombros dejaron de temblar y él la acomodó en sus piernas para que estuviera cómoda. —No te voy a enviar de regreso, ¿de acuerdo?