—¿Fue esa una buena idea? —preguntó Zane con una expresión altiva en su rostro.
Damon se encogió de hombros, buena idea o no, él iba a enviar la carta. Considerando que el sol estaba afuera, necesitaba a alguien más para moverse en su lugar.
Los humanos codiciosos eran mucho más fáciles de manejar que los autoderechos. Aquellos que sentían que no eran más que la descendencia del diablo y no deberían deambular entre ellos.
No le importaba ninguno de ellos y podía enviarlos a conocer a su creador más rápido de lo que podían decir su nombre, pero estaba el hecho de que no podía usar la fuerza debido a la alianza.
Por lo tanto, evitaba situaciones que lo provocaran. Solos, los humanos eran unos cobardes, pero en cuanto se agrupaban, tendían a actuar como si pudieran enfrentársele.
Era molesto ser arrastrado a un lío así. Añoraba cuando eran temidos apropiadamente y cuando entraba en sus territorios, los humanos huían al verlo.