—No me agradezcas, odio todo lo que representas —murmuró Jevera oscuramente.
Ella no sabía por qué estaba aquí. Se había sentido muy enojada después de que Jael la visitara y pensó en desahogar su ira con el humano. Sin embargo, al ver a esa cosa diminuta tropezando en la oscuridad, se había enfadado aún más, pero esta vez consigo misma.
De hecho la odiaba, pero le avergonzaba haber considerado al humano una amenaza. No podía correr, no podía luchar, ni siquiera podía protegerse. También estaba el hecho de que lesiones menores para los vampiros podrían ser fatales para esa cosa diminuta y había pensado que el humano era suficientemente bueno para reemplazarla.
Se tocó la cabeza y soltó una pequeña risa. —Debo estar delirando —dijo en voz alta para que Mauve escuchara.
Dama Jevera miró hacia atrás al humano que no decía nada, solo la seguía diligentemente. Jevera volteó la cabeza hacia adelante.