Ella está sentada junto al tocador con una pluma en la mano, intenta escribir en el papel que tiene delante cuando de repente las luces se apagan y la pluma es arrancada violentamente de su mano. Una mano le rodea el cuello y trata de gritar, pero no sale ningún sonido.
Intenta soltarse de la mano alrededor de su cuello, pero antes de que pueda tocarla, es levantada de la silla por el cuello. Patea con fuerza y rasguña la mano, pero solo empeora su situación ya que el agarre se aprieta más alrededor de su cuello.
—¡Mauve! ¡Mauve! —una voz fuerte llamó—. Despierta Mauve. Es un sueño. Despierta.
Los ojos de Mauve se abrieron de golpe y ella tomó una respiración profunda. Su cara estaba húmeda, pero eso no le preocupó demasiado mientras rodeaba con sus brazos a Jael. —Estaba tan asustada —lloró.
—Lo sé —dijo Jael y la abrazó más fuerte mientras ella sollozaba en su pecho—. Estás conmigo y no dejaré que nadie te haga daño. Nunca más.