Zein sintió que su corazón caía hasta el estómago cuando vio la grieta. El sonido era espeluznantemente alto en el pabellón silencioso, y mientras su pecho se hacía más pesado por la preocupación, la esfera se quebró.
—¿Qué...?
Zein abrió la boca y casi se ahogó cuando algo —alguien— cayó al suelo desde la esfera destrozada.
—Ugh... —Bassena, con un abrigo polvoriento y desgarrado, tosió y jadeó en el suelo. Se empujó y tambaleó ligeramente al levantarse, sacudiendo la cabeza por el impacto. Hizo una mueca y presionó la palma de su mano contra la vena palpitante de su frente.
Y entonces, como si saliera de un estupor, jadeó, mirando hacia arriba, y sus ojos ámbar se encontraron con su único y singular guía.
—Bas...