—¿Es esta una broma cruel? —Radia sintió que su pecho se apretaba con cada contraseña. Las contraseñas que solo Radia podría responder. Porque incluso si alguien pudiera adivinar la primera y la tercera, nadie sabía nada sobre aquel día en mayo, cuando Radia se sometió a alguien por primera vez en su vida.
Pero no tenía margen para digerir la sensación revuelta en su estómago porque Masa ya lo había llamado.
—Uhh... hey, esto es un archivo enorme, pero todo está en código. Tengo que ejecutar mi programa para descifrarlos primero antes de que podamos leerlo —se rascó el cuello—. ¿Después de toda esa protección también? ¿Por qué es tan complicado esto?
Radia tomó una profunda respiración y se calmó antes de responder.
—¿No puedes sacar nada de ello por ahora? —preguntó.