Alejandro condujo durante solo cuarenta minutos antes de llegar a una bahía apartada, oculta del bullicio de la capital. La vista de la tranquila orilla hizo sonreír a Rain mientras Alejandro aparcaba y comenzaba a descargar su equipo… sillas plegables, una parrilla y una cesta de picnic.
Comenzó a hacer fuego para mantenerse calientes, ya que ya era invierno y hacía un poco de frío.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Rain, sonriendo mientras lo observaba trabajar.
Alejandro la despidió con la mano y la atrajo suavemente hacia una de las sillas. Luego la cubrió con una manta.
—Yo me encargo. Solo siéntate, relájate y disfruta viendo a tu esposo trabajar duro —bromeó, añadiendo un guiño para mayor medida.
Rain rió, sintiéndose completamente mimada. —Bien, señor militar, muéstrame lo que tienes. Supongo que todo ese entrenamiento ahora es útil —dijo juguetonamente.