—¡Kelly! —llamó, pero se quedó congelado cuando la vio.
Kelly estaba frente al espejo, sonriéndole con un brillo travieso en los ojos. —Pensé en probar algo nuevo... ¿Te importaría casarte con una novia calva? —bromeó, su sonrisa incómoda suavizando la afirmación—. Siempre puedo usar una peluca.
Clifford se quedó inmóvil por un momento, tratando de recomponerse. Le dolía el corazón al verla así, pero forzó una sonrisa. —No me importa en absoluto, Kelly —dijo, su voz firme—. Dame eso y lo haré.
Kelly dudó, sin entregarle la maquinilla de afeitar, pero Clifford extendió la mano, tomándola suavemente de ella. —Sabes —tarareó mientras examinaba su reflejo— eres naturalmente hermosa. Incluso sin pelo, sigues siendo impresionante.
Su voz se suavizó con emoción mientras hablaba, su corazón dolorido por ella. Sabía exactamente por qué se estaba afeitando la cabeza, no era porque quería, sino porque no quería ver su pelo caerse solo.
