Alejandro sonrió mientras admiraba la pintura que su esposa había creado para él. —Me pregunto si hay algo que mi hermosa esposa no pueda hacer —reflexionó, su voz llena de calidez. Sus ojos brillaron mientras miraba a Rain, que dormía profundamente en la cama.
Su pintura era notable, especialmente para alguien que no era profesional. No representaba exactamente su rostro sino que capturaba una silueta vaga de su perfil. La esencia de él era inconfundible, y su corazón se hinfló de orgullo y admiración por su talento.
Dejó escapar un profundo suspiro, devorándola prácticamente con la mirada. Cubrió suavemente a ella con una colcha, pero el pensamiento de su piel desnuda debajo de ella avivó su deseo una vez más.
—Me pregunto si esto es normal alguna vez —murmuró, sin darse cuenta de las palabras que se escapaban de sus labios. Era imposible dejar de pensar en ella.