Se dirigían al oeste de Ciudad Meta, y Rain podía decir hacia dónde se dirigían, al ver la vista del icónico volcán Monte Rion desde la ventana de su coche. Sonrió porque nunca había estado en esta parte, pero había oído hablar de lo relajante que era Malibú. Era un pueblo montañoso conocido por sus resorts de aguas termales.
Fue un viaje de dos horas, y Rain jadeó cuando Alejandro la llevó a una joya escondida en lo alto de las montañas, con una gran vista de la belleza serena y apartada de Malibú.
La exuberante vegetación, con árboles altísimos susurrando en la brisa montañosa y el ocasional destello de luz solar filtrándose, era suficientemente relajante.
—Esto es hermoso —murmuró Rain, apretando suavemente la mano de Alejandro.
—Reservé una suite privada para nosotros esta noche —dijo él con una sonrisa suave—. Aunque, podemos extender nuestra estancia si te gustaría.