El domingo llegó, y Alejandro se encontró todavía atrapado en Lamey, lidiando con las consecuencias de un trágico accidente en la fábrica de semiconductores. El incidente no solo había cobrado vidas, sino que también había dejado a numerosas personas heridas, creando una necesidad urgente de su atención y liderazgo.
Reconociendo la gravedad de la situación, se preparó para llevar a cabo una conferencia de prensa destinada a abordar las preocupaciones del público. Era esencial para él transmitir que el Grupo Lancaster cooperaría plenamente con cualquier investigación y tomaría medidas proactivas para manejar las repercusiones de la tragedia. Esto no era simplemente un problema de relaciones públicas; era una cuestión de responsabilidad corporativa e integridad.
Alejandro tenía al mejor equipo en su lugar, listo para manejar la situación una vez que hiciera su aparición pública y sentara las bases. Sin embargo, no podía evitar sentir el peso de la responsabilidad presionándole.
