La pregunta roía a Lluvia. ¿Era porque realmente había superado a Paul, o estaba simplemente demasiado abrumada por todo lo demás que ocurría en su vida para detenerse en el dolor de su traición? Quizás era un poco de ambos. Su vida era un torbellino de desafíos, y tal vez eso había dejado poco espacio para dejarse llevar por el desamor.
Lluvia yacía en la cama, mirando el techo, incapaz de dormir. Su mente seguía volviendo a Alejandro. «Me pregunto si llegó bien», murmuró para sí misma, su preocupación creciendo con cada minuto que pasaba.
Se giró hacia un lado, debatiendo si debía contactarlo. «¿Debería llamarlo o enviarle un mensaje? ¿O sería eso inapropiado?» reflexionaba, mordiéndose el labio en vacilación.
Con un frustrado chasquido de la lengua, Lluvia agarró su teléfono y comenzó a escribir un mensaje. Vaciló un momento pero luego decidió enviarlo.