Rain no pudo hacer nada cuando el señor Roca insistió en recogerla, así que ya no discutió con el hombre mayor. Además, disfrutaba de su compañía y sabía que el viaje no sería aburrido con él presente.
—¡Buenos días, nuera! —el padre de Alejandro irradió el momento en que ella entró en su coche.
Rain le regaló su sonrisa más dulce y dijo —Buenos días.
Su rostro se sonrojó al notar que su mirada se detenía en su mano, donde llevaba el anillo de matrimonio —¡Definitivamente se ve perfecto en ti! —elogió—. ¡Me alegra que lo lleves puesto!
Su sonrisa era impagable y tan genuina; ella podía realmente sentir cuán desesperado estaba porque el matrimonio de su hijo funcionara. Su rostro se enrojeció súbitamente al recordar la noche que pasó con Alejandro. Había sido íntima, sintiéndose casi como si en verdad fueran marido y mujer en sentido de su cercanía.