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Aún temblando por la intensidad del orgasmo, Rain logró asentir suavemente. El abrumador calor que antes había consumido su cordura había disminuido y había sido reemplazado por una extraña mezcla de alivio y vergüenza. Se sentía más tranquila ahora, pero los remanentes de los efectos de la droga persistían, dejándola inquieta.
Aún atrapada en sus brazos, giró levemente la cabeza y encontró la mirada de Alejandro, sus rostros tan cerca que podía sentir su aliento en sus labios. —Yo... Creo que estoy bien ahora —susurró, su voz temblorosa y ronca con un matiz de incertidumbre. No estaba segura de cómo se sentía él durante todo y qué decir o cómo procesar todo lo que acababa de suceder. Lo único que sabía era que, en ese momento, el dolor insoportable que sentía había desaparecido.
Alejandro gentilmente apartó un mechón de cabello de su rostro y lo colocó detrás de su oreja, sus ojos buscaban en los de ella algún signo de malestar. —Bien —murmuró.