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Michael hizo lo que ella pidió, llevando a Rain en su silla de ruedas al balcón él mismo. Rain mordió su labio inferior mientras examinaba sus alrededores. Era claro que estaban en su mansión privada, y sospechaba que la isla misma era su propiedad personal. Sus agudos ojos captaron el movimiento de guardias armados estacionados por todas partes.
«La seguridad es estricta», pensó, manteniendo su expresión neutral.
—¿No se supone que deberías estar lisiado? —preguntó ella con franqueza mientras él se movía para sentarse en una silla junto a ella, posicionándose para estudiar su rostro.
Él soltó una carcajada, recostándose con naturalidad. —Bueno, como puedes ver, soy perfectamente capaz de caminar. No te preocupes. También me desempeño bien en la cama.
Rain quería vomitar o quizás incluso golpearlo en su arrogante rostro, pero mantuvo la compostura. —Dijiste que podía hablar con mi padre —le recordó con firmeza.