Las manos de Sylvia temblaban mientras apuntaba un dedo acusador a Rain y a Sanya, su voz alzándose en un grito angustiado —¡Mi Dina nunca… ella era inocente! ¡Ustedes son la razón de que se haya ido, ustedes torcieron todo en su contra! Su dolor era como una tormenta y la cruda ira en su voz cortaba el ambiente de la habitación.
Alejandro dio un paso adelante, protegiendo instintivamente a Rain y a Sanya —¡Sylvia, ya basta! Dina tomó sus propias decisiones —dijo con firmeza, su voz estable.
Rain, de pie junto a él, encontró su propia voz, aunque temblorosa —Dina hizo esto por sí misma. Abdujo a Sanya para lastimarme, para vengarse.
El rostro de Sylvia se contorsionó, su dolor insoportable —¡Ella era mi única hija, mi todo! ¡Y ustedes me la han quitado! ¡Devuélvanmela, me escuchan?!