Padma, la jefa de Recursos Humanos, estaba sentada en su escritorio. Eso no era inusual, era de esperarse. Pero lo inusual era que Padma estaba en su escritorio y acababa de dar la medianoche. Su cabello, normalmente bien peinado, era un desastre, apuntando en todas direcciones. Hacía mucho que había abandonado sus tacones de seis pulgadas. Cada zapato lanzado a un rincón diferente de la oficina.
Había tazas de café medio vacías en el suelo, contenedores de comida abiertos en la alfombra y en su escritorio. De hecho, aunque Padma estaba en su escritorio, no estaba sentada en la silla de última generación diseñada para el soporte lumbar. No, Padma, la jefa de RR.HH., en este momento estaba agachada debajo de su escritorio, su computadora portátil frente a ella mientras trabajaba.
